Durante los años escolares se nos intenta formar en lo útil, en lo práctico, en lo que se puede medir… Pero, ¿dónde quedan el placer por descubrir, y el placer por conocer y sentir? ¿Acaso eso carece de utilidad? La autora Marián López plantea cómo el arte puede utilizarse para construir nuevas formas de relacionarse, nuevas formas de entendimiento, poniendo en valor el proceso y no solo el objetivo final. La pregunta que debemos hacernos para buscar una justificación en el uso del arte como herramienta transformadora es: ¿Qué beneficios podemos obtener al trabajar la actividad artística con los jóvenes?
A nivel individual podemos trabajar diferentes aspectos. Por un lado, generar cambios a nivel individual, relacional y social. Ser honestos con nosotros mismos y con nuestra realidad permitirá identificar aquellos aspectos de la vida que pretendemos modificar.
Por otro lado, podemos trabajar el autoconocimiento y la autoestima, haciendo un recorrido por nuestra historia y los sentimientos que nuestras vivencias nos han producido. Identificando las capacidades, habilidades, defectos y aquello que nos caracteriza podemos crear una imagen simbólica de lo que somos y el lugar que ocupamos en la sociedad. Esa imagen simbólica nos servirá como diagnóstico para, a posteriori, producir cambios en nosotros mismos y enfrentar los conflictos de nuestra situación de la manera más resolutiva posible.
La actividad artística también nos puede ayudar a gestionar las emociones: la violencia, la desmotivación, la depresión, frustración, tristeza, pérdida de identidad… Identificar y entender el origen de las emociones nos permitirá trabajar en base a aquellas que nos generan sentimientos positivos y de realización personal, y controlar aquellas que nos producen malestar.
En cuanto a las relaciones interpersonales, en contextos de riesgo se generan actitudes competitivas y de desconfianza. Mediante las dinámicas artísticas participativas y de cooperación esperamos poder trabajar esas habilidades que sirvan para crear vínculos de apoyo, de corresponsabilidad y de confianza. Para ello será necesario hacer hincapié en una comunicación basada en el respeto, la aceptación y el entendimiento de ideas diferentes a las nuestras desarrollando aptitudes como la empatía, la asertividad o la escucha activa.
Por último, cuando trabajamos colectivamente creamos una identidad grupal que nos representa en sociedad. Esto permite al colectivo encontrar un hueco dentro de una realidad social de la que no se siente partícipe. Los jóvenes pueden presentarse como personas capaces. Al mismo tiempo, este trabajo visibiliza la situación de exclusión con el objetivo de que la comunidad tome consciencia y ejerza presión a las instituciones para la implantación de políticas inclusivas y de justicia social.
MARINA TORAL FAJARDO. Auxiliar Técnico Educativo. ISL SAMU Dúrcal